lunes, 11 de agosto de 2008

SAQUEN VUESTRO APARATO TECNO-BUROCRÁTICO DE NUESTROS OVARIOS

Artículo enviado por Columna Negra, agradecemos el aporte. Este fue publicado el mes de julio, frente al debate acerca de la píldora y otros dispositivos que, según la denuncia hecha al Tribunal Constitucional, atentaba contra la vida.

El viernes 18 de abril, el Tribunal Constitucional chileno confirmó el fallo en torno a la Pastilla de Anticoncepción de Emergencia (PAE), prohibiendo su distribución en los Centro de Salud públicos junto con aquellos anticonceptivos que contengan Levonorgestrel. El requerimiento, solicitado por un grupo de 36 diputados de la UDI autodenominados pro-vida en marzo del 2007, implicaba el declarar inconstitucional parte de las normas del Decreto Supremo Nº 48/2007 del Ministerio de Salud referido a “Normas sobre Regulación de la Fertilidad”, argumentando que el fármaco en cuestión sería abortivo.
El Tribunal Constitucional falló de esta manera apelando a que se tiene como deber siempre optar por la vida, y en vista de la falta de absoluta certeza respecto a si la PAE es abortiva o no, se declaró incompetente dando favor al requerimiento de los diputados.
Esta decisión desfavorecía claramente la posición de la administración Bachelet respecto al control de la natalidad. Ya a comienzos de abril la ministra de salud, Soledad Barría, declaró que de aprobarse el fallo, seria un error profundo desde el punto de vista científico y además un gran peligro sanitario, señalando además que gracias a las políticas de planificación familiar impulsadas durante los gobiernos de la Concertación se han impedido en gran medida los abortos. Sin embargo, tras la oficialización del fallo, la ministra Barría afirmó que se iba a acatar la norma, al tiempo que desde todos los sectores sociales se hacían escuchar manifestaciones en contra.
El debate no dejó exento ni al propio bloque de derecha UDI-RN, ya que también dentro de sus filas se generaron debates motivados por diputados que esperaron la resolución del TC para hacer sentir su descontento hacia el requerimiento que su propia bancada había hecho, aludiendo a que aun no se comprobaba que la pastilla fuera abortiva por lo que debiera quedar al juicio de cada persona el consumir o no el fármaco. Una línea argumentativa no demasiado alejada a la que siguieron algunos diputados de la concertación, izquierdistas, feministas varias, y hasta gente de televisión que salió al paso a repudiar el fallo. Karla Rubilar, diputada RN y presidenta de la comisión de Derechos Humanos de la cámara, declaró que la medida era un retroceso en las políticas de planificación familiar relegando al país aun más al nivel de subdesarrollo.
Ya desde el mes de marzo el tema de la posible prohibición había movilizado a algunas organizaciones sociales, suscitando análisis en tono al tema. En Valparaíso se convocó a una primera marcha el 31 de aquel mes, la cual no tuvo mucha concurrencia, tal vez pues el tema aun no era de conocimiento masivo. Fue más bien el gobierno y los medios de comunicación que durante las primeras semanas de abril ponen el tema en el tapete, a través de la batalla de declaraciones. El 22 de abril, día que se suponía se oficializaría el fallo -adelantado en 4 días-, se efectuó una movilización de carácter nacional. Esta vez la cantidad de personas que participó fue multitudinaria en casi todas las ciudades principales del país, llegando a aglomerar a casi 15.000 personas en Santiago. En las marchas y actos que se realizan este día se puede apreciar que no solo participan organizaciones feministas, si no que también se suman partidos políticos, federaciones de estudiantes, y hasta de la FENTESS (1).
A nivel superficial el argumento que se maneja por parte de las organizaciones movilizadas no varían demasiado. La mayoría defiende la libertad de decisión de las mujeres para optar por los métodos anticonceptivos que deseen. Las criticas tienden a apuntan hacia la iglesia católica, a la derecha, al gobierno, y los mismos integrantes del TC. En los comunicados públicos emitidos por las organizaciones feministas se declara al fallo como un atropello que interfiere en la decisión autónoma sobre la vida, cuerpos, sexualidad y reproducción de las mujeres, además de argumentar que se estaría incurriendo en la profundización de la inequidad en el acceso a la salud de las mujeres de menores recursos, estableciendo que aumentaran los abortos clandestinos, la feminización de la pobreza y la pobreza infantil. Aunque no todas, la mayoría de estas organizaciones –que podríamos señalar como pro-institucionales- le exigen al Estado que garantice los medios que permitan tener relaciones sexuales seguras y placenteras, sin correr el riego de un embarazo no deseado, postura que defiende la idea de una sociedad democrática donde se respete el derecho a decidir de las personas acerca de su sexualidad. O sea, feminismo ciudadanista.
Las posturas más radicales entre las feministas –anarquistas y autónomas- denuncian que el fallo del TC contra la PAE es violencia de Estado contra las mujeres, aclarando que no defienden una píldora ni al gobierno de turno, sino la libertad y la justicia social para las mujeres. Afirman que lo que hay tras el fallo, es la necesidad de mano de obra barata, ante lo cual se exige “anticoncepción al alcance de todas, anticoncepción de emergencia en los consultorios, los Liceos, los trabajos. Todos los métodos anticonceptivos para elegir, y Aborto libre y gratuito para cuando fallan los métodos, para cuando nos violan, para cuando nuestra salud mental y física está en riesgo por culpa de un embarazo no deseado, y eso: lo decidimos nosotrxs, cada una!”. El Estado es en sí mismo parte del problema.
Desgraciadamente, a pesar de estas posiciones radicalizadas –por lo tanto aún minoritarias-, la voz que más se escucha en estas manifestaciones solicitan a la institucionalidad estatal que intervenga en el cuerpo, que se introduzca en los confines del útero para poder defender aquél espacio público expuesto como objeto de análisis técnico-científico. Ahí, donde se establece el debate ético y político, los saberes técnicos constituyentes de la discusión jamás son puestos en tela de juicio, no cuestionándose el hecho de que alguien más está decidiendo por nosotrxs que hacer con nuestros cuerpos. Frente a esto solo podemos esperar el dictamen del especialista al respecto de que hacer con este, desarraigándonos de nuestra propia vida.
Lo que parecen estar explicitando feministas autónomas y anarco-feministas, aún sin establecer una declaración abierta de guerra, es el que la discusión suscitada en las altas esferas del poder gira principalmente en como gestionar la vida de las mujeres para que estas estén a la altura de los requerimientos que establece el espectáculo global del capitalismo neoliberal, y hacer que sean productivas


Hegemonía sobre el cuerpo

En Chile, ya a finales del siglo XIX, médicos higienistas y feministas de la época impulsaron medidas de prevención social que redujeran los costos asociados a la urbanización e industrialización que experimentaba el país, elaborándose un discurso que se concretizó durante el siglo XX. El objetivo de este era colaborar en la tarea primordial de las madres: la dedicación completa a sus hijos y su posterior materialización en políticas de salud pública. "La vocación por difundir la llamada ‘maternidad científica’ y la protección a las mujeres comenzó con el interés de la comunidad erudita, específicamente los médicos que atendían a estas mujeres en dispensarías, casas de maternidad o de huérfanos y más tarde en los servicios hospitalarios" (2). Como señala Dides, la maternidad en Chile dejaba de ser una práctica íntima y privada para transformarse en una responsabilidad de carácter social (3)
De esta a manera el cuerpo se abre no solo al espacio público, si no que este mismo constituye un espacio público sobre el cual el Estado interviene, seleccionando la forma de gestión del cuerpo que las mujeres de clases populares –a quienes se enfocan estas políticas sanitarias- deben adoptar. Esta selección, el ejercicio del poder sobre la vida que vemos aquí radicado en el aparato estatal, nos pone frente a lo que Foucault explicita como una tecnología de control que comienza a aparecer a finales del siglo XVIII: la biopolítica.
Esta biopolítica trabaja sobre el cuerpo social entendido como una masa global afectada por procesos de conjunto que son propios de la vida, como el nacimiento, la muerte y la enfermedad. Foucault señala que durante el siglo XVIII se pone en práctica la medición de esos fenómenos con las primeras demografías, a través de la observación de los procedimientos que se ponen en práctica entre la población con respecto a la natalidad (4) .
Sin embargo, para que las vidas que componen esta masa población puedan ser afectas a los instrumentos de gestión desplegados sobre ella, necesariamente cada una de estas debe haber constituir un cuerpo dócil, capaz de ser explorado e intervenido eficientemente por las tecnologías de control biopolítico. La docilización se explica como una política de coerciones que constituyen una manipulación calculada de los elementos del cuerpo, subordinado a un mecanismo de poder que opera como disciplinamiento minucioso. Este disciplinamiento, señala Foucault, permite la fabricación de cuerpos sometidos y ejercitados, aumentando las fuerzas de estos en términos económicos de utilidad, y disminuyendo esas mismas fuerzas en términos de resistencia (5).
La mujer, como objeto de control a través de la tecnificación del proceso reproductivo –y nótese la connotación cosificante que encierra este término en sí-, constituye el ejemplo más claro para abordar este disciplinamiento planificado en torno a fines productivos. Lo trabajado por Rodrigañez y Cachafeiro de cómo se ha alterado el cuerpo a nivel orgánico-anatómico para llevar a cabo partos más eficientes a los ojos del patriarcalismo capitalista, esclarece el sometimiento, definición y autoridad sobre el cuerpo por estructuras de poder conjuradas a través del saber médico-técnico.
La medicalización de la vida llega a tal punto que ya desde antes de nacer, nuestra primera identidad será la de paciente, y como tales debemos someternos a técnicas y pruebas que más que preocuparse por nuestro bienestar tienen que ver con la industria médica y farmacéutica. Las autoras señalan que “la industria médica, arma que el poder financia y utiliza sin escrúpulos ni reparos en los costos del sufrimiento, ha sido especialmente cruel en la usurpación que ha hecho de uno de los momentos mas impresionantes y delicados de nuestra vida: el nacimiento”(6). Es así como tienen cabida prácticas tan contraproducentes anatómicamente como el parir en decúbito supino: el canal de nacimiento de estrecha y alarga, y además la posición va contra la fuerza de gravedad, impidiendo que la mujer pueda hacer fuerza con los músculos pélvicos, sometiendo a la mujer a una violencia gratuita e innecesaria. Otro factor importante en el momento del parto es lo que llaman sumisión inconciente, producida por la manipulación de la capacidad reproductora de la mujer para manipular a las criaturas, que debido al proceso hospitalario de nacimiento nacen en represión de sus deseos, en la carencia y el miedo formando un acorazado sicosomático que genera las condiciones para que aquellos pequeños cuerpos sean dependientes del cuerpo de saber técnico-médico implantado. Bienvenidos al parto industrializado.
Cercenaron nuestras entrañas para rearmarlas a imagen y semejanza del proceso productivo-mercantil, para manipularnos como partes de una masa homogénea de cuerpos individualizados. Se decide respecto a aquello que es mejor para nuestras vidas en términos racionalización científica, en tanto que nuestras vidas mismas han sida reducida a la condición de objeto dependiente de un aparato técnico de gestión política que decide la manera más eficiente en que estos se pueden desarrollar productivamente. El cuerpo se aleja en una representación de lo que debe ser –y hacer- según lo que se establezca desde el aparato tecnoburocrático de Estado, el que establece los cimientos sobre los cuales se sientan la dominación capitalista sobre el cuerpo al posibilitar la reducción de la vida a una serie de variables cuantificables que permiten que este pueda ser dotada de valor mercantil.
No es de extrañar la frase “cinco dólares gastados en control de la natalidad producen más para el desarrollo que 95 dólares en inversiones y desarrollo de servicios", situada en el contexto de la intervención económica estadounidense en América Latina durante los `60 a través de la Alianza por el Progreso (7). La vida constituye un campo de enfrentamiento hegemónico de fuerzas que la atraviesan, profundizándose la dependencia tecnologizante que le impone una racionalización en torno a fines concretos que se entienden dentro de los contextos donde cada una de las tecnologías biopolíticas se establecen. No solo se explican las políticas del control natal difundidas en Chile por instituciones como la Ford Foundation durante el gobierno de Frei Montalva(8) como meras medidas humanitarias por terminar con problemas relacionados, como reducir las tasas de mortalidad durante el parto: lo que presenciamos es el esfuerzo por establecer su modelo de gestión biopolítica particular a través de la imposición de sus propios aparatos técnicos sobre nuestras vidas, estableciendo con ellos una forma de relacionarnos con nuestros cuerpos, y una forma de sentir-actuar respecto a esta relación que legitima los resultados. Se nos vuelve necesario repetir, consumir las técnicas que nuestros cuerpos han hecho parte de su propio desarrollo. Estas tecnologías, una vez incorporadas como parte de nuestra vida, se comienzan a ver como derechos a ser demandados: mejor dicho, a ser demandados en tanto que productos de consumo.


La mujer del capitalismo como imagen y cuerpo productivo

En un periódico anarquista de finales del siglo XIX aparece un conciso artículo donde se pregunta qué es la obrera, a lo cual la autora da una interesante respuesta:
“La obrera es una máquina de carne, cuyo sistema reproductor, ha sido transformado en productor. La obrera, o sea el caballo-hembra, desempeña-haciéndosela un honor dos importantes papeles. Es artefacto sexo-sensual y es bestia de carga o máquina industrial.” (9)
Esta caracterización parece esclarecer bastante el rol asignado a la mujer proletaria por el capitalismo industrial, a pesar de que por los años que se escribió aún no existía el nivel de integración y participación directa en el proceso productivo a nivel masivo que podemos identificar ya plenamente durante el primer tercio del siglo XX. Y claro, todavía no había píldoras anti-conceptivas, ni se habían dado los grandes debates públicos respecto a los derechos de la mujer, ni existía Madonna.
La posición que actualmente ocupa la mujer como cuerpo productivo-mercantil difiere mucho de lo que por esos años podría haberse vislumbrado. Hoy el tipo de mujer que se levanta como imagen y ejemplo a seguir, es el de la mujer independiente y libre, pero en el sentido que el sistema capitalista lo define, es decir libre e independiente económicamente, en tanto que mujer emprendedora, tiene un rol especifico que cumplir, el cual requiere de la regulación del tiempo productivo de su cuerpo para su valoración en el mercado laboral. Presenciamos una modificación o modernización del significado social de mujer hacia una figura estandarizada que aspira al éxito, con voz y decisión. Mujeres activas, sincronizada con el proyecto de emancipación neoliberal encarnado en el emprendedor, que responde femenina y funcionalmente a las necesidades del capitalismo post-industrial.
Considerando esto, se podía prever que el mandato del TC contrariaba las políticas de fertilidad y reproducción impulsadas desde el gobierno, políticas que -cabe recordar- se encuentran dentro de un marco mayor de gestión del neoliberalismo, por lo cual era predecible que la mujer presidenta de Chile tomara rápidas medida al respecto del fallo del TC. Y así lo hizo en el discurso de la cuenta pública del 21 de mayo, donde Bachelet haciendo “eco del clamor ciudadano” anuncia que la píldora estará a disposición de los interesados, señalando que "el medicamento estará a disposición de los interesados en cada municipio y será cada alcalde quien decidirá si lo pone a disposición de los ciudadanos. Es decir, si decide por las personas o deja que las personas decidan”. Al parecer no solo el gobierno, estuvo de acuerdo con llevar a cabo medidas alternativas que contrariaran la prohibición, ya que muchos alcaldes incluso de la UDI y RN optaron por repartir la píldora en sus respectivos municipios.
Las tecnologías biopolíticas toman aquí un carácter histórico, debidamente entendidas dentro del proceso global capitalista. El debate bioético (10) que tanto le interesa a la iglesia católica recalcitrante, y que se expresa como posición moral de gran parte de la derecha chilena, choca con el hecho de que son estos mismos los principales defensores de la actual configuración del capitalismo, por ende, del papel que dentro de este se le ha asignado a la mujer. Así, si en algún momento el discurso que aún mantienen grupos dentro del catolicismo como el Opus Dei y los lefevristas, respecto a la necesidad que la mujer sea una fábrica productora de niños –o sea que constituya la reproducción de las condiciones de producción económica al proveer de más mano de obra barata, o sea prole-, pudo contar con el todo respaldo de las clases dominantes, actualmente es inviable. Las tecnologías de control biopolítico, así como los grandes discursos (humanitarios o no) que les dan legitimidad, responden al momento productivo, o sea, a la forma como lo vivo debe ser acomodado para que cada esfuerzo pueda desarrollar la mayor cantidad de plusvalía. El discurso y tecnologías biopolíticas son adaptativas, y parten de la base de que ya hemos generado una total dependencia al saber técnico, por consecuencia al poder que se encuentra tras este: nuestros cuerpos son su campo de operaciones, y deben lograr por todos los medios mantener ese poder, validarse, mantenerse vigentes como producto de primera necesidad. Debe alimentarse de todo aquello que quiera constituirse como alternativa o como resistencia, fagocitándolo para hacerlo funcional a los intereses del capitalismo.
¿Quién dice que formas anteriormente no consideradas, e incluso prohibidas, de relacionarse con el cuerpo vivo no lleguen a ser cooptadas por las estructuras mercantiles, si pueden llegar a constituir un nuevo mercado, un nuevo producto de consumo?
Partos naturales: tomemos, por ejemplo, la antes mencionada propuesta de Rodrigañez y Cachafeiro. No es difícil pensar que este saber potencialmente antagónico al capitalismo, dado que cuestiona el cuerpo de saber técnico-médico, pueda ser considerado con algunas omisiones por alguien que vea en una alternativa “natural” al parto-industrializado un buen negocio, volviéndolo un saber económicamente productivo, y por ende sometido a los aparatos tecnoburocráticos para que lo regulen y normativizen dentro de las lógica mercantil. Nada demasiado alejado al asqueroso progresismo new age. Podrán decir que la alternativa esta para que la puedas consumir si quieres, y he ahí el punto: la alternativa solo existe para quien pueda acceder a ella, quien pueda pagar.
¿Y quién puede pagar?
La mujer exitosa: figurativa vedette que el espectáculo ha situado como modelo a seguir. Ella responde al capitalismo, logrando abrirse camino en medio de la competencia para ocupar la posición que durante mucho tiempo le había sido negada. Es ella quien puede acceder a la “alternativa”, a quien no le afecta directamente el fallo del TC, ya que no depende del sistema de salud público puesto que tiene la capacidad de pagar por modificar, acomodar y mejorar su cuerpo. Puede decidir cuando y cómo tener a sus hijos, y defender su derecho a que así sea. Mujeres tan exitosas como las diputadas que firmaron el requerimiento gritando “aborto” mientras se golpeaban con un rosario en el pecho.
¿Y las otras?
Sus cuerpos, nuestros cuerpos, solo podrán esperar a ver la resolución que toma cada alcalde, y mirar como las Mujeres de verdad hablan en televisión sobre el derecho a elegir libremente. Si para el capitalismo post-industrial las mujeres –como grupo particular- son un elemento importante para el funcionamiento de la máquina, frente al cual han cedido en demandas, es en tanto que mujer-de-primera-clase. Nosotrxs, el Otro, solo podremos acceder a los residuos bajo en costos que el aparato tecnoburocrático-mercantil facilite al acceso público. Al parecer la obrera sigue siendo una máquina de carne para reproducir mano de obra barata, solo que ahora sus esfuerzos han sido maquillados por la fantasía global de un capitalismo humano que parece darle cabida a sus sueños de salir adelante, lo que no es más que tener hijos en la medida y cantidad que se espere, y en el momento que sea necesario para poder seguir produciendo plusvalía sin interferir con el proceso.


Resistencia contra la tecnoburocratización-mercantilización de la vida

No basta con sacar el maldito rosario de nuestros ovarios, si aún tenemos al capitalismo escarbando nuestras entrañas. Los aparatos tecno-burocráticos ejercen una dominación en positivo sobre nuestros cuerpos ya que a través de la ciencia y el saber que detentan, gestionan todas las tecnologías medicas a las que nos debemos someter y hasta exigir para vivir tranquilos. Ellos establecen la forma en que debemos parir, los métodos que debemos usar como anticonceptivos, la forma de placer mas apropiada y limitan el conocimiento que debemos tener de nuestros cuerpos, mientras nosotrxs a ojos cerrados nos sometemos porque ya hemos generado una dependencia. Estas técnicas están legitimadas por un poder que radica en un el hegemónico racional.
Lo que nos queda como sujetos en resistencia, es generar estrategias subversivas que ataquen al capitalismo en todas sus dimensiones, y una medida esencial es encontrar la manera de expulsarlo de nuestro cuerpo. Sin embargo, es una tarea difícil porque nuestro cuerpo medicalizado les pertenece, han generado las condiciones para administrarlo hasta mejor que nosotrxs mismos.
Proponemos comenzar por conocernos, generar un saber que provenga de nuestra experiencia compartida/vivida sobre nuestro organismo, indagar en saberes prohibidos y negados. Buscar alternativas que se escapen de la tecno-burocratización de nuestrxs cuerpos. Creemos que estos saberes que vamos descubriendo y articulando en torno al cuerpo deben apuntar a ser una crítica radical. Cuando nos oponemos a la tecno-burocratización de la vida, no solo estamos criticando al aparato de estado –al tecnoburócrata- que desarrolla las tecnologías biopolíticas para hacer nuestros cuerpos mas productivos, sino que también nos estamos oponiendo a nuestros cuerpos mismos hechos a la medida del capitalismo, y es a partir de esa vida sometida que odiamos en torno a lo cual debemos descubrir aquello que no queremos que vuelva a ser. Alternativas a la medicina institucionalizada puede haber muchas, sin embargo estas pueden seguir viendo nuestros cuerpos como un producto mercantil. Desde acá podríamos proponer conocimiento mapuche o de comunidades alejadas de la mano civilizatoria que permitan reentender nuestra relación con el cuerpo y la naturaleza, sin embargo mientras estos sean conocimientos parcelados y no constituyan una critica radical articulada en contra la dominación, estos tal ves puedan ser recuperados fácilmente como un espectáculo de consumo. Por ahora creemos que más que decidirnos por un tipo de saber en particular para enfrentarse a la tecno-burocratización del cuerpo, es necesario generar las dinámicas y abrir los espacios para poder redescubrir nuestros cuerpos, y generar los saberes que rompan poco a poco con el filtro del saber técnico ‑ médico. Al hacer desaparecer nuestros cuerpos de las coordenadas del mapa productivo, tal vez esa materialidad –órganos, dolores, placeres- que creíamos conocer se disuelva, deje de ser un objeto separado de la experiencia vivencial visto a la luz del espejo mercantil, y comience a ser simplemente la vida como acto.

Teresa Williams 40 & Tura Zatana – Columna Negra


Notas

1 Federación Nacional de Asociaciones de Funcionario Técnicos del Servicio de Salud
2 Zárate MS. Proteger a las madres: origen de un debate público, 1870-1920”. En: Monográficas 1, Nomadías. Santiago de Chile: Programa de Género y Cultura en América Latina (PGAL), Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad de Chile; 1999. Pág. 170.
3 Dides C. Voces de emergencia: el discurso conservador y la píldora del día después. Santiago de Chile: FLACSO-Chile, UNFPA; 2006.
4 Foucault, M. Defender la Sociedad: Curso en el Collège de France (1975-1976). Bs.As: Fondo de Cultura Económica; 2000. Pág. 220.
5 Foucault, M. Vigilar y Castigar. 1º ed. 4º reimp.- Bs. As: Siglo XXI; 2005. Pág. 141
6 Rodrigañez. C, Cachafeiro. A. Matricidio y Estado Terapéutico: la serpiente y la medicina. Artículo escrito para la revista Archipiélago nº 25, otoño 1996. Disponible en: http://www.casildarodriganez.org/
7 Illanes MA. En el nombre del Pueblo, del Estado y de la Ciencia. Historia Social de la Salud Pública, Chile 1880-1973. Santiago de Chile: Colectivo de Atención Primaria; 1993. Pág. 460
8 Ibíd. Pág. 459.
9 Rubí. Rosa. La Obrera. En el periódico La Tromba del 06 de marzo de 1898, Santiago de Chile. Extraído de Mujeres y Prensa anarquista en Chile (1897-1931) Santiago: Ediciones Espíritu Libertario; 2006. Pág. 23
10 Bioética: Aplicación de la ética a las ciencias de la vida

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